PASIÓN POR CARIÑENA
Jesús Navascués, el gran talento enológico de Cariñena, creció entre barricas. De su padre lo aprendió todo y él ahora demuestra su talento con su propia bodega, Viñedos de Mancuso, donde la tradicional garnacha se muestra en todo su esplendor.
Jesús Navascués, de 27 años, no llegó al mundo al vino, sino que éste ya formaba parte de su universo desde mucho antes de su nacimiento. Desde hace tres generaciones, la familia mantiene una estrecha relación con la viticultura. Jesús Navascués padre, quien lleva más de 30 años asesorando y elaborando vino, ha sido quien más ha marcado los designios del joven enólogo: “De él y con él he aprendido mucho y sigo aprendiendo, tanto de cuestiones técnicas referidas a formas y métodos de elaboración, como a las emotivas que rodean a la uva y el vino”, comenta.
La fundación de su propia bodega -Viñedos de Mancuso- en Cariñena (Zaragoza), junto con su amigo Carlos San Pedro, ha significado su puesta de largo. Una empresa cuyo nacimiento esconde una doble apuesta y compromiso con una denominación y unos terrenos abocados al abandono. “Pongo la mano en el fuego por Cariñena”, sentencia Jesús. “En un periodo de tres a cinco años será una de las grandes zonas vinícolas. Es una zona que ahora se está reinventando e inicia una nueva andadura con planteamientos de primer orden”.
Las fincas adquiridas en Jarque de Moncayo (Zaragoza) suponen una valiente decisión de intentar recuperar el cultivo de la tradicional garnacha, en una zona donde esta vid ha ido en retroceso. El fruto ha sido el joven y sensacional Mancuso, cuya segunda añada acaba de ver la luz, de aroma y boca de gran potencia, cálido y carnoso. Elaborado con garnachas muy viejas cuya edad oscila entre los 70 y los 80 años, las cepas se extienden en nueve hectáreas ubicadas en las laderas del macizo montañoso del Moncayo. Una apuesta por la cepa tradicional por antonomasia en Aragón que obedece a un fuerte compromiso por lo más auténtico de la identidad vinícola de la región. “La garnacha tiene un potencial enológico envidiable, y bien vinificada puede ofrecer una marcada personalidad. A mí me apasiona por su exclusividad y complejidad”, apostilla.
Los terrenos situados en pendiente y en distintos desniveles se asientan en suelos pizarrosos, ricos en minerales y otros nutrientes. “Creo que, sin ningún tipo de falsa modestia, que hay que recorrer mucho terreno para ver suelos como estos”, añade. Los tratamientos vitivinícolas aplicados siguen el máximo respeto por la propia marcha que marca la naturaleza. “Practicamos un cultivo muy respetuoso. Aquí los inviernos son muy duros y en verano se alcanzan temperaturas altas. Estas oscilaciones térmicas, la excelente aireación y la propia autorregulación de la planta, hacen que las cepas se mantengan en perfecto estado de salud, a pesar de la edad que tienen”.
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