Chambers cree que la investigación genética permite mayor control que la tradicional pese a las dudas del consumidor
El apartado de enología del VI Foro Mundial del Vino está mostrando esta mañana que la investigación en nuevas técnicas de elaboración del producto, tanto basadas en nuevas tecnologías de producción como en la modificación genética, se siguen desarrollando a buen ritmo en todo el mundo.
Paul Chambers, director del departamento de Biología Molecular del Instituto de Investigación del Vino de Australia, reconoció que la aplicación de estas investigaciones se encuentra con dos condicionantes: los diferentes marcos jurídicos nacionales y la desconfianza de los consumidores.
Chambers restó importancia a las visiones negativas sobre la modificación genética y señaló que “desde hace años estamos modificando genéticamente en producción agraria; la mayor parte de las especies que consumimos ahora no se parecen a sus frutos originales”. Para el biólogo australiano, la investigación en laboratorio aporta mayores garantías que las modificaciones ‘tradicionales’ “porque tenemos mayor precisión y control, y permitimos asegurar más la calidad”.
“La parte polémica –señaló Chambers- es que pueda haber alguien que pretenda cruzar barreras éticas entre especies o introducir elementos peligrosos, pero es de suponer que nadie está en eso. La mayoría de las vacunas están creadas a partir de organismos modificados genéticamente y no se cuestiona su uso, pero cuando llegamos a las comidas o a las bebidas, la percepción de riesgo es mayor”.
Paul Chambers puso varios ejemplos de investigaciones en las que, mediante la modificación genética de algunas levaduras, se consiguen minimizar determinados parámetros de los vinos. Entre ellos, una levadura en la que se ha introducido un gen que elimina la producción de urea y, al minimizar la reacción con el etanol, permite reducir la generación de carbamato, potencial cancerígeno.
También habló de las investigaciones que coordina en Australia para reducir el etanol, bien mediante la introducción en levaduras de genes que favorecen la generación de glicerol y una minimización del etanol, o bien introduciendo un gen del hongo ‘aspergilus’ que reduce la producción de glucosa y de etanol.
Respecto a la posible aplicación de estos organismos modificados genéticamente, señaló que en Europa y en Australia no está permitido su uso y en Estados Unidos y Canadá, aún cuando están permitidos, no son utilizados por los productores, “que no quieren exponerse a una mala impresión de los consumidores”.
El apartado de enología del VI Foro Mundial del Vino está mostrando esta mañana que la investigación en nuevas técnicas de elaboración del producto, tanto basadas en nuevas tecnologías de producción como en la modificación genética, se siguen desarrollando a buen ritmo en todo el mundo.
Paul Chambers, director del departamento de Biología Molecular del Instituto de Investigación del Vino de Australia, reconoció que la aplicación de estas investigaciones se encuentra con dos condicionantes: los diferentes marcos jurídicos nacionales y la desconfianza de los consumidores.
Chambers restó importancia a las visiones negativas sobre la modificación genética y señaló que “desde hace años estamos modificando genéticamente en producción agraria; la mayor parte de las especies que consumimos ahora no se parecen a sus frutos originales”. Para el biólogo australiano, la investigación en laboratorio aporta mayores garantías que las modificaciones ‘tradicionales’ “porque tenemos mayor precisión y control, y permitimos asegurar más la calidad”.
“La parte polémica –señaló Chambers- es que pueda haber alguien que pretenda cruzar barreras éticas entre especies o introducir elementos peligrosos, pero es de suponer que nadie está en eso. La mayoría de las vacunas están creadas a partir de organismos modificados genéticamente y no se cuestiona su uso, pero cuando llegamos a las comidas o a las bebidas, la percepción de riesgo es mayor”.
Paul Chambers puso varios ejemplos de investigaciones en las que, mediante la modificación genética de algunas levaduras, se consiguen minimizar determinados parámetros de los vinos. Entre ellos, una levadura en la que se ha introducido un gen que elimina la producción de urea y, al minimizar la reacción con el etanol, permite reducir la generación de carbamato, potencial cancerígeno.
También habló de las investigaciones que coordina en Australia para reducir el etanol, bien mediante la introducción en levaduras de genes que favorecen la generación de glicerol y una minimización del etanol, o bien introduciendo un gen del hongo ‘aspergilus’ que reduce la producción de glucosa y de etanol.
Respecto a la posible aplicación de estos organismos modificados genéticamente, señaló que en Europa y en Australia no está permitido su uso y en Estados Unidos y Canadá, aún cuando están permitidos, no son utilizados por los productores, “que no quieren exponerse a una mala impresión de los consumidores”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario