Coincidiendo con la llegada a las librerías de la última Guía Michelín de Gran Bretaña e Irlanda, el director de la revista 'Decanter', Guy Woodward, ha arremetido contra los cocineros de elite de su país, calificándolos de "ególatras interesados" que ponen su propia carrera por encima de las necesidades de sus clientes. En el mismo número, la columnista Fiona Beckett critica a los famosos 'chefs' mediáticos por sus pretensiones cada vez mayores, que no hacen justicia a los consumidores, particularmente a los amantes del vino. "El tipo de cocina que te dan en el típico restaurante de tres estrellas Michelín se ha hecho tan refinado y complicado, lleno de platos tan presuntuosos que a un vino decente le resulta difícil recibir algo de atención", escribe.
Guy Woodward. Woodward la apoya en su editorial: "El que a los cocineros no les preocupe el vino no es nada nuevo; pese a que están encantados de sacar un 40% de sus ingresos de la venta de vino, pocos chefs entienden de él", acusa. "Pero si los cocineros van a invertir todas sus energías en crear platos alucinantes de intrincada complejidad, ¿no deberían tener suficiente confianza para subir los precios, en vez de obligar a los amantes del vino a correr con los gastos de su vanidad?" Los críticos "ensoberbecidos" son objeto de la ira de Woodward. "En muchos casos, los críticos culinarios son igual de ególatras, acompañando sus críticas 'anónimas' de su propia foto junto a su firma y aspirando a hacer carrera en la televisión antes que a aprender las cualidades básicas que hacen falta para llevar a cabo su trabajo; por ejemplo, ser capaz de valorar una lista de vinos. ¿El propósito de los críticos no es reproducir la experiencia que un lector ordinario puede esperar que le depare un restaurante? Eso no va a ocurrir nunca si todo el personal conoce tu cara". Tras varios años hinchando la lista de restaurantes estrellados en Gran Bretaña, la Michelin ha echado esta vez el freno: no hay ningún nuevo 'tres estrellas' ni 'dos estrellas' en el país, lo cual ha decepcionado mucho a un público que se toma muy en serio la pequeña guía roja desde que empezó a ser una de las responsables de que se considere a Gran Bretaña, y en paricular a Londres, como una nueva meca gastronómica tras muchos decenios de desprecio.
Guy Woodward. Woodward la apoya en su editorial: "El que a los cocineros no les preocupe el vino no es nada nuevo; pese a que están encantados de sacar un 40% de sus ingresos de la venta de vino, pocos chefs entienden de él", acusa. "Pero si los cocineros van a invertir todas sus energías en crear platos alucinantes de intrincada complejidad, ¿no deberían tener suficiente confianza para subir los precios, en vez de obligar a los amantes del vino a correr con los gastos de su vanidad?" Los críticos "ensoberbecidos" son objeto de la ira de Woodward. "En muchos casos, los críticos culinarios son igual de ególatras, acompañando sus críticas 'anónimas' de su propia foto junto a su firma y aspirando a hacer carrera en la televisión antes que a aprender las cualidades básicas que hacen falta para llevar a cabo su trabajo; por ejemplo, ser capaz de valorar una lista de vinos. ¿El propósito de los críticos no es reproducir la experiencia que un lector ordinario puede esperar que le depare un restaurante? Eso no va a ocurrir nunca si todo el personal conoce tu cara". Tras varios años hinchando la lista de restaurantes estrellados en Gran Bretaña, la Michelin ha echado esta vez el freno: no hay ningún nuevo 'tres estrellas' ni 'dos estrellas' en el país, lo cual ha decepcionado mucho a un público que se toma muy en serio la pequeña guía roja desde que empezó a ser una de las responsables de que se considere a Gran Bretaña, y en paricular a Londres, como una nueva meca gastronómica tras muchos decenios de desprecio.
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