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Nuestra tiendecita La Vinatería Yáñez

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sábado, 1 de marzo de 2008

sobre nositer y sus cosas del mundo.es muy interesante sob

TELMO RODRÍGUEZ, ¿INTERNACIONALISTA...?Nossiter naufraga en EspañaLUIZ HORTA
El titulo era prometedor. Porque, si las relaciones entre el poder y el placer son evidentes en cosas como la moda o el arte, ¿por qué no investigarlas también en el ámbito de los vinos? Por ejemplo, todo el poder, real o supuesto, de Robert Parker sobre la calidad de los vinos actuales. Se trata, evidentemente, de algo serio sobre lo que sigue sin investigarse en profundidad. Porque, al terminar la lectura de 'Le Goût et le Pouvoir' ('El gusto y el poder', Ed. Grasset, París), un libro débil y meramente panfletario de Jonathan Nossiter, la laguna sigue subsistiendo. Esta vez tampoco se demuestra el supuesto poder de Parker.
El libro es como una versión confusa de su película 'Mondovino', pero, a diferencia de ésta, pierde el tono de la comedia de costumbres y la gracia de 'Monsieur Hulot visita Vinolandia'. Y, como todo libelo, se basa en lo que los filósofos llamaban 'doxa', es decir en la opinión personal del autor disfrazada de verdad. El primer problema del libro es su falta de lógica. El texto es una mezcla del diario del rodaje, de cotilleos y variadas murmuraciones en diversos ambientes parisinos (restaurantes de Ducasse y Senderens, Lavinia, etc.) y de puro y simple delirio. Los equívocos y medias verdades son tantas que, para enumerarlas, se necesitaría otro volumen de igual tamaño. Examinemos sólo unas cuantas. Con la repetición de los nombres de Bush, Blair y Berlusconi, con la entrada en escena de Sarkozy en diversas ocasiones, junto a Parker y a Michel Rolland, el libro intenta colocar a todos esos personajes en un grupo que estaría tramando una uniformización del gusto en torno a vinos de alto nivel mundial. Es difícil imaginar una reunión de todas esas personalidades (¿en Davos, en Camp David?), para discutir qué gusto debería tener el vino en el siglo XXI. Y aunque hubiese ocurrido algo así, confieso que se me escapa el propósito de tal reunión. ¿Qué interés podrían tener en que todos los vinos fuesen más o menos iguales? ¿Qué beneficio les podría proporcionar a su poder? Dos largos capítulos del libro se refieren a España, donde, siempre según la obra, dicha uniformización sería más evidente, con la destrucción de tradiciones como la personificada en la centenaria bodega López de Heredia (a la que Nossiter llama Lopez y Heredia…). La verdad es que los Tondonias y los Bosconias son vinos únicos, cada vez más diferentes en el paisaje predominante, amén de deliciosos. La cuestión es que no están amenazados. Pasaron por momentos difíciles, pero hoy todo lo que producen se vende, precisamente por ser diferentes. En cuanto a la diversidad, basta citar que, en los últimos 20 años, justamente durante el reinado de Parker y sin prestarle atención, la cantidad de uvas autóctonas recuperadas en España es sorprendente. Enumeremos sólo algunas de ellas: la hondarrabi zuri en el País Vasco; maturana blanca y maturana tinta en La Rioja; bruñal, rufete, mencía, prieto picudo en Castilla y León; picapoll, garnacha peluda y sumoll en Cataluña; bobal en Valencia; godello en Galicia; listán blanco, listán negro y negramoll en las Islas Canarias, y callet y mantonegro en las islas Baleares. El vino único con un solo sabor y un solo estilo, hecho con cabernet o chardonnay, sería una desgracia que, afortunadamente, está muy lejos de convertirse en realidad. Por eso, el mayor error del libro es tachar de enemigo y flying winemaker justamente a Telmo Rodríguez, que pasa la vida cultivando viejos viñedos para recuperarlos. Fue así como surgió el Molino Real de Málaga, al que Hugh Jonhson, uno de los más feroces detractores de Parker, describe emocionado en la última página de sus memorias, con Telmo entrevistando a las personas más ancianas, recuperando la forma tradicional de prensar las uvas moscatel de los viñedos más antiguos y reproduciendo un sabor primigenio que le encanta al gran escritor inglés. Nada menos globalizado. Y precisamente por eso es uno de los "enemigos" del cineasta de Mondovino. ¿Qué significa todo eso? Que tal vez haya llegado la hora de tomar menos en serio a Jonathan Nossiter y a sus conspiraciones. (Luiz Horta es el más destacado crítico de vinos de Brasil, país donde reside Jonathan Nossiter. Este artículo se reproduce con permiso de O Estado de São Paulo, donde fue publicado por primera vez).

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